jueves, 24 de enero de 2013

Programa de intervención social, evaluación.


Bueno esto ya va llegando al final… En último lugar nos encontramos con la evaluación.
Evaluar es emitir un juicio de valor sobre cualquier hecho, y por eso hay que hacerlo con criterio. Existen una gran cantidad de definiciones sobre que es evaluar, a continuación expondremos una: “Dar una nota es evaluar, hacer una prueba es evaluar, el registro de las notas se denomina evaluación. Al mismo tiempo varios significados son atribuidos al término: análisis de desempeño, valoración de resultados, medida de capacidad, apreciación del “todo” del alumno” (Hoffman, 1999).
Este último apartado de nuestro programa de intervención está presente en todos los aspecto de nuestra vida, y de manera inconsciente lo hacemos continuamente, por ello queremos apuntar: “Cuando detectan algún problema, las personas recogen información para poder tomar decisiones que les permitan enfrentarlo de la mejor manera posible. Del mismo modo, realizadas las acciones consideraron oportunas en su momento, suelen reflexionar sobre el acierto o erro en que incurrieron al actuar como lo hicieron. De esta forma están evaluando acciones y obteniendo información para ajustar su comportamiento futuro. Son evaluaciones que suelen estar teñidas de subjetividad” (Ernesto Cohen-Ronaldo Franco(1992) Evaluación de proyectos sociale: Siglo veintiuno editores). Es fundamental sobre todo la última parte “suelen estar teñidas de subjetividad”. A pesar de que podemos encontrar tanto evaluaciones cuantitativas (pretender objetivizarlo todo, cosa  que es imposible cuando se trabaja con personas), como cualitativas (en la que se emiten juicios de valor), al fin y al cabo evaluar es una actividad totalmente subjetiva. Porque, ¿quién establece los criterios que se evalúan?, ¿quién establece las pautas a seguir?, ¿quién establece cuando algo es suficiente o insuficiente?... por todas estas preguntas y muchas más, la evaluación es un proceso que va a depender de la persona que evalúa. Tal vez esta tarde vaya por la calle y encuentre a una mujer andando que lleva puesto un vestido amarillo fluorescente con una chaqueta “naranja bombona”. Directamente pensaré como puede ir vestida así. Pero este pensamiento se origina en mis justos, y obviamente no es los justos de dicha mujer, por lo que mi evaluación, como cualquier tipo de evaluación, es totalmente subjetiva.

A la hora de evaluar nos podemos encontrar diferentes tipos de evaluación:
-Según su finalidad: función diagnóstica, formativa y sumativa
-Según su momento de aplicación: inicial, procesual y final
-Según su extensión: global y parcial
-Según los agentes evaluadores: interna y externa
-Según el criterio de comparación: auto-referencia cuando la referencia es del propio sujeto, y hetero-referencia, cuando las referencias no son el propio sujeto.
-Según los casos: criterial, referida a unos objetivos previamente establecido, y normativa, referida a un grupo significativo que determina un nivel.


Es importante añadir que la evaluación la podemos realizar tanto a personas, procesos o resultados.  Algo también a destacar es la importancia de la evaluación conocida como demora, que normalmente no se suele llevar a cabo pero que sin embargo es la más importante, sobre todo si estamos realizando un programa de intervención. ¿Por qué decimos que es la más importante? Pues muy sencillo, esta evaluación se realiza de forma posterior, es decir, un mi caso una vez que el programa con maltratadores ha finalizado y además dichas personas salen a la calle y empiezan a tener contacto con mujeres. Evaluar nuestro trabajo con el paso del tiempo y en una situación de la vida cotidiana, es la única manera de ver si hemos conseguido cumplir los objetivos que nos marcamos con la elaboración de nuestro proyecto o no.

Para finalizar decir que cualquier evaluación debe acabar con un informe.

Como opinión personal acerca de la evaluación tengo que añadir que a pesar de que una de las funciones es “motivar”, muchas veces más que motivar desmotiva. Esta desmotivación puede ser tanto a nivel académico,  como por ejemplo si nos esforzamos desde el primer momento, y estudiamos de manera diaria, pero resulta que el día antes del examen me pongo mala con fiebre y durante el examen no consigo concentrarme y suspendo. Nos la jugamos a un único examen, y por lo general (aunque es cierto que ahora con el plan Bolonia y sus prácticas está más equilibrado), no se tienen en cuenta la gran multitud de factores que nos pueden influir a la hora de realizar con éxito un examen. Tanto en la vida cotidiana, cuando me esfuerzo por elaborar, por ejemplo un pastel, al cual le he dedicado mucho tiempo y lo he hecho con la mejor intención, y lo único que recibo son gesto de desagrado. Como bien dice esta última foto, “La evaluación siempre será un medio y nunca un fin”




No hay comentarios:

Publicar un comentario